Mamá es, la más bonita de las
miles de palabras que diariamente pronunciamos. La primera palabra que
aprendemos, la primera imagen que conocemos y que llevamos para siempre en
el corazón.
La pronunciamos entre besos, caricias, abrazos, cuentos, cantos, risas y
llantos. Decir mamá es decir ternura, cercanía, dedicación, sacrificio,
abnegación.
Como una gallina con las alas abiertas, cobija y reúne a sus hijos, los
alimenta, los defiende, los protege, los asegura, los contiene.
La mamá es como un corazón abierto: la primera que se levanta como el sol,
y la última que se acuesta. En medio de sus múltiples trajines y
quehaceres, se da tiempo para reír, para amar, para acompañar, para
corregir, para enseñar, para soñar.
Ella es la alegría y la luz de su hogar. Cuando se ausenta, cuando se va,
se hace vacío, se hace oscuridad, se debilita la familia. Es la madre el
principal soporte que hace familia, comunión, comunidad. No estando la
madre, es más fácil que se produzca dispersión, desunión entre los hijos.
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